DJ Lobo
De tanto
jugar a parecerse
el juego se
convierte en obsesión
la obsesión
en delirio
y la locura
se desata
S. Fritz
A veces
buscamos el material para nuestros obscuros relatos, en lugares lejanos, sin
pensar que la vida puede traerlos tan cerca de nosotros que llegan a ser
invisibles. La vieja expresión los árboles no dejan ver el bosque, es muy real.
En el episodio de hoy los hechos ocurrieron en el locutorio de esta emisora y
yo estoy escribiendo al lado, en la sala de reuniones.
Debo aclarar
que en los largos años de historia de nuestra radio hemos conocido toda una
galería de personajes especiales que nos ha llevado a desechar de nuestro
vocabulario la palabra normalidad. Al parecer, las ondas de frecuencia modulada
los atraen como imán, o puede ser nuestra eterna política de micrófonos abiertos.
Cuando se
presentó nos dijo que se llamaba Luis Lobos y quería hacer un trasnoche que
fuera diferente a los trasnoches de todas las radios, es decir tenía el sueño
que tenemos todos, hacer lo mismo que hacen todos, pero en forma completamente
diferente.
―El sueño del pibe―
dijo la Guille.
El muchacho
era moreno, fortacho y de cejas muy tupidas, de ojos obscuros y mirada fuerte,
lo que le daba un aspecto intimidante, vivía solo en una pensión de la población
Santa Leonor y había llegado poco tiempo atrás.
―Ya veremos―, le respondimos en forma vaga y lo
despachamos.
Al comentar
la propuesta, la Guille dijo que le pareció raro que pronunciara mal su
apellido y explicó que lo pronunciaba sin la letra “ese” así simplemente Lobo
cuando hacía sonar muy bien la “ese” de Luis.
―Guille, dejálo el muchacho habla con falta de ortografía
igual que vos, que apenas viviste un exilio en Argentina― le respondí imitándola.
Finalmente,
se impuso la realidad, no teníamos programa de trasnoche y Luis se
autofinanciaba y hasta podría quedar algo para la radio.
Empezó por contar
historias macabras, algunas eran evidentes adaptaciones de los clásicos, pero
otras no sé de donde las sacaba y hasta daban miedo de verdad. Pero el juego
comenzó con su confesión de que era un lobizón y que los viernes, sobre todo si
la luna era grande y la noche clara se podía convertir en un perro-lobo, negro,
grande y aullador.
Cuando hacía
su programa se iban reuniendo muchísimos perros callejeros, además de algunos
que se escapaban de sus casas para ir a compartir entre ellos junto a la radio.
Todos se conformaban con oler a Luis a la salida y no hacían nada más, sin
embargo dejaban muy sucio el pasillo de ingreso y tuvimos que mantener cerrado
el acceso a la radio durante el trasnoche, lo que trasladó el problema a la
calle que se llenaba de perros y perras que dificultaban hasta la circulación
de automóviles. Pero, ahí ya no era problema nuestro.
Para
nosotros Luis era casi un vagabundo solitario, pero una noche se puso
autobiográfico y contó que tenía 6 hermanos mayores que él, todos hombres,
todos vivos y que él podría haber sido ahijado del Presidente Aylwin, pero su
familia lo había considerado poco honroso y habían desechado esa oportunidad, a
él en realidad le daba lo mismo ser o no ser ahijado de ese presidente o de
cualquier otro u otra.
Lo
importante era que el ser el séptimo hijo varón le otorgaba su condición de
lobizón lo que le permitía convertirse en el mítico animal cada viernes de
noche clara que él quisiera.
A la
presentación de su trasnoche le había agregado un largo aullido, hasta allí,
todo bien, pero un viernes de luna grande no pronunció ni una sola palabra,
todo fueron gruñidos, aullidos y ciertos sonidos guturales que recordaban
vagamente a las palabras. Esa noche la reunión perruna fue tan masiva que llegó
la policía, pero no supieron que hacer y se retiraron desconcertados.
La cosa se
estaba poniendo rara y le llamamos la atención, lo que lo deprimió bastante,
pero pronto incorporó un anuncio de “Gotitas de luna llena” que aseguraba que
preparaba el mismo con yerba de San Juan y pisco del bueno, para su consumo
personal y las regalaba a los auditores a través de algunos concursos. Eso no
era muy legal, pero nos hicimos los lesos y lo dejamos hacer.
La luna
llena sería el Domingo 28, sin embargo el viernes 26 de febrero la luna estaba
tan hinchada que todos los que recordamos esa noche juraríamos que era luna
llena, quizás por eso las cosas se salieron de madre desde temprano. La masa
perruna que se congregó frente a la radio fue tan grande y los aullidos tan
intensos que los vecinos volvieron a llamar a la policía, pero esta no
concurrió.
En el
locutorio la cosa no estaba mejor, DJ Lobo explicaba como comerse a una mujer,
pero sin doble sentido, hablaba barbaridades de tipo culinario que eran
sumamente inapropiadas. Lo llamé al teléfono de la radio y no contestó, tampoco
respondió el celular. Entonces conecté el streaming para ver lo que pasaba y vi
algo asqueroso. DJ Lobo comía carne cruda y sangrante, estaba todo sucio,
manchado de sangre. Llamé a toda la directiva y les pedí que vieran el
streaming y nadie lo podía creer. Todos estábamos de acuerdo había que terminar
el trasnoche porque las cosas habían ido demasiado lejos.
Todos saben
lo que sucedió esa madrugada, la del 27 de febrero de 2010 y aunque queríamos
hablar con DJ Lobo era imposible, luego llegaron las noticias de lo que sucedió
en la Población Santa Leonor. Yo fui en bicicleta a verlo, pero su pensión
había sido arrasada por el tsunami. Nunca volvimos a saber nada de él. Ni
siquiera encontramos a alguien que lo conociera. Tampoco lo encontramos en las
listas de desaparecidos.
Al año
siguiente, trabajábamos en un documental sobre la historia del tsunami en esa
población, y nos sorprendió el testimonio de una anciana que decía haber sido
rescatada por un enorme perro negro cuando el mar se la llevaba. Mateo X