5.10.13

Hoy , Miércoles 5 de Octubre de 1988



Hoy hice la cimarra, claro que no estoy seguro de si califica como tal, no asistir al Taller de Crónica con Earle Herrera y sobre todo si ya tienes 39 añitos, pero ustedes entienden: no fui a clases a pesar de que es uno de mis géneros favoritos y el profe es el mejor cronista de Venezuela.
Allá lejos, en mi país el dictador cumple con un rito democrático que le impone su propia constitución. Esta situación nos ha hecho pasar por todos los estados de ánimo imaginables desde que "es imposible que pierda" hasta "cómo sabes si pasa algo" contrarrestado por el escepticismo del "si pierde da un autogolpe y listo". Yo hace tiempo había dejado de tomar caldo de cabeza y sin pasarme rollos me había dedicado a estudiar, trabajar, ser esposo y padre, con todo eso por hacer cada día me había alejado de los chilenos que vivían dedicados a hablar de Chile reuniéndose con mucha frecuencia y sin ningún resultado. Un par de días antes había recibido una carta de mi padre me hablaba con más soltura que de costumbre, sin poner tanto cuidado en lo que decía. Esta vez no era necesario leer entre líneas, me contaba sin miedo y con cierto orgullo que mi hermano estaba de apoderado del "NO" y que el mismomi papálo hubiera hecho si mi mamá no lo cuidara tanto y nombraba a otros amigos radicales y viejos como él que también se habían anotado para cuidar los votos del "NO". Me decía también que si no respetaban el resultado sería peor para los milicos.
Por eso, hoy no voy a clases, aunque el taller es obligatorio porque tiene nota, pero como nunca falto le diré la firme al profe y le pediré que me dé oportunidad de recuperarlo. Iré con mi compañera y mi hija venezolana que recién ha entrado a la escuela a reunirme con los chilenos que han arrendado en el corazón de Caracas, un salón en Parque Central para vivir con ellos la guerra de los números entre el "SÍ" y el "NO". Es lo menos que puedo hacer, darme permiso para soñar, volver a juntar mi rebeldía y abandonar la retaguardia.
La cosa está admirablemente bien organizada, el salón es amplio, cómodo y alfombrado lo que nos permite dejar a los niños que se desparramen por el suelo, jueguen y se desentiendan de nosotros y nosotros de ellos lo que es excelente cuando nos preparamos a pasar algunas horas en este lugar.
En el escenario hay 2 pizarras colocadas una en cada extremo, una para el Comando del "NO" y la otra para la información del gobierno y al centro un micrófono en el que se turnan unos nerviosos locutores. La comunicación con el Comando del "NO" esta garantizada, se dice que hay 2 centrales de cómputos paralelos del "NO", una pública y otra secreta para que la información no se pierda si la central pública es atacada y destruida. No sé si creer tanta maravilla, pero la mayoría la cree y es tan lindo que no importa.
Mientras chascarreamos las pizarras van mostrando información que es explicada por locutores que se las dan de analistas. La pizarra del Comando del "NO" muestra desde el primer minuto que el "NO" va ganando, por un margen importante, pero no exagerado. La pizarra del gobierno se mueve con mucha lentitud, los datos que entrega son favorables al "SÍ", pero sobre un universo insignificante.
Cerca de las once de la noche los niños ya se han dormido, la pizarra del "NO" supera el noventa por ciento de los votos escrutados y se mantiene el triunfo del "NO" lo que nos da una alegría inimaginable, algunos lloran otros reímos como locos. Pero el cómputo oficial no crece, se empantana en el trece por ciento y da por ganador al "SÍ" por estrecho margen. Eso puede significar solo una cosa que los analistas no se atreven a decir: el gobierno no quiere reconocer los resultados.
Con esa angustia estamos cuando un locutor con mucha cara de circunstancia y pidiéndonos disculpas nos comunica que debemos abandonar el salón porque está arrendado hasta las 12 de la noche y ni un minuto más porque mañana es jueves y hay que trabajar temprano. Protestamos que no podía ser, que nos dejaran otra horita más que podíamos hacer una vaca para pagarle al auxiliar, que podíamos hacer el aseo para que no tuviera problemas, pero el señor es implacable, llama a seguridad, a la PTJ y no sé a quien más y tenemos que desalojar la sala antes de que llegue la Guardia Nacional que es cosa seria.
Así nos vamos a dormir hoy: sin saber quién ha ganado el Plebiscito.
Mañana le entrego este texto al profe y listo, creo que puede pasar como crónica, aunque en eso de los géneros periodísticos nunca se sabe.
Juan Schilling