5.4.20

Magnus Turci

¡Qué diría Newton ante tamaña ilegalidad! 

La piedra había quedado suspendida casi sobre la estatua de Ceres, apenas había alcanzado a cruzar sobre su cabeza cuando se detuvo y no cayó quedó fija a unos ocho metros de altura. También una bomba lacrimógena había sufrido un proceso similar, aunque ésta que había cruzado por el mismo lugar había alcanzado a bajar un poco más, se detuvo a unos cinco o seis metros del suelo, aunque era difícil calcular la altura desde abajo.
La gente había desaparecido, ya no estaba en la Plaza de la Independencia, estábamos encerrados en nuestras casas. Los pacos (ACAB) también habían desaparecido como víctimas del mismo conjuro, aunque fuésemos tan diferentes, nos pasaba más o menos lo mismo, me refiero a los pacos y a la gente; a nosotros y a los pacos.
El suceso fue comunicado con carácter urgente al Gobierno Central. La Vocera respondió que seguramente eso era un invento de los manifestantes que ahora estaban aburridos en sus casas y se dedicaban a chatear y diseminar información falsa. El Intendente se comunicó con el Presidente y le aseguró que se trataba de algo real e inexplicable, que él era testigo presencial de ese prodigio. Al final de la conversación el Intendente redactó su renuncia y la envió por Whatsapp, con triple encriptado de punta a punta. Sin embargo, la conversación y la renuncia fueron filtradas a través de las redes sociales por un hacker de la ACES. No es digno reproducir aquí las palabras del Presidente, solo diré que fue muy grosero y humilló al Intendente, sacándole viejos trapitos al sol. Al escuchar el audio filtrado, el cual en principio trató de presentarse como una jugarreta de Kramer, la gente y hasta los pacos se imaginaban al Presidente con frenéticos movimientos involuntarios que hacían temer que se fuera a desarmar. Dios no lo permita, porque en ese caso la gente tendría que reírse solo de su bufón, el Ministro de la Pandemia.
Entre tanto, el Arzobispo de Pencópolis fue a la pileta de la Diosa Ceres en el centro de la Plaza de la Independencia y bendijo el agua, en realidad el Arzobispo quería decir una misa en el lugar, pero éstas están prohibidas a pesar de las garantías otorgadas por la Ley de Culto. En definitiva, después de hacer una pataleta se tuvo que conformar con bendecir el agua en latín para que fuera más efectiva y aunque usó un fusil de agua modelo AKA-47-H2O para lanzarle el líquido bendito a los dos objetos rebeldes, estos no experimentaron ningún cambio. Comunicó su fracaso al Cardenal quien le ordenó que se recluyera en su casa y no diera entrevistas por videollamada o, en caso contrario, lo iba a enviar a Roma a darle explicaciones a los dos papas. Sí al Vaticano donde la pa-pandemia galopaba como Pedro por su casa en la Plaza de San Pedro blandiendo la guadaña de lado a lado. El Arzobispo miró las cifras de contagiados y muertos en Italia y luego cumplió al pié de la letra con lo que se le ordenaba.
La gente poco a poco volvía a la Plaza de la Independencia, venían con mascarillas lo que era muy conveniente para ocultar el rostro a las cámaras. Era un verdadero despliegue de creatividad el que se daba en la Plaza en torno a la pileta de Ceres, era difícil encontrar 2 mascarillas iguales. Si hubiese habido un concurso sobre la mejor mascarilla sin duda la ganadora sería una con la sonrisa del Jocker que protegía como ninguna la identidad de quien la portaba, aunque algunos pocos si sabíamos quien era. la seguía de cerca una muy sencilla con unos bigotes a lo Dalí bordados que recordaban La Casa de Papel, pero no, la del Jocker era la locura a todo color. Como nunca la gente miraba hacia arriba con disimulo y murmuraba sus teorías sobre el fenómeno antes de retirarse en silencio.
Un Pastor Pentecostal que tenía más confianza en el verbo que en el agua bendita, intentó a grito pelado, anular el poder del innombrable y restituir el orden a los objetos desafiantes, pero no tuvo más éxito que el Arzobispo de Pencópolis. La única ventaja es que no le comunicó nada a nadie, así fue que su fracaso no tuvo consecuencias. Se retiró solitario, cabizbajo y malhumorado por la derrota.
Se hizo algunas gestiones diplomáticas secretas con la embajada de Grecia para contactar a una sacerdotisa del Culto a Ceres, pero aunque el señor embajador escuchó con respeto y atención la solicitud, en Grecia no pescaron porque Ceres era la antigua diosa de la Agricultura en Roma y la Cancillería andaba bastante perdida haciendo gestiones en Atenas, por otra parte, aquel nonsense olía a invento de los desplazados sirios o del gobierno turco.
Llegó el invierno, con lluvia intensa y mucho viento, nada de esto afectó a los objetos que estaban en desacato de la Ley de Gravedad, aunque derribó dos tilos que tenían más de un siglo y un rayo hizo estremecerse a la virgen que se equilibra sobre la Catedral pencopolitana.
La proximidad de la Primavera traía una promesa, el Presidente había tuiteado: “Habrá ramadas para Fiestas Patrias”, pocos lo creían, la mayoría se encogía de hombros y decía: “ya veremos”.
El sacristán caminando hacia la Catedral, tropezó con una lacrimógena que había en el suelo, soltó un improperio y se dio cuenta de qué se trataba, miró hacia arriba y no vio ningún objeto flotando, rebuscó cerca de la lacrimógena y ahí estaba el pedazo de adocreto partido que había acompañado a la lacrimógena en su desafío a Newton; al Arzobispo y al Pastor; al Viento y a la Lluvia; sin nombrar a otros que hicieron intentos ingeniosos usando drones, rayos laser, análisis de big data y otras tecnologías de punta.
Recogió los proyectiles, el sacristán y se fue a casa del Arzobispo a entregarle su hallazgo. El Arzobispo los examinó, se persignó, oró en silencio y exclamó: ¡Si autem hoc erit magnus Turci! expresión que según el traductor de Google significa  ¡Ahora sí que va a quedar la gran cagada!
Mateo II