18.10.20

Insólito viaje en el tren nocturno

 


Semana Santa año 1970. Ambos vivíamos en Santiago y vinimos a pasar los tres días con nuestros suegros en Concepción  con nuestras respectivas familias. Por alguna circunstancia que no recuerdo, decidimos en conjunto regresar a la capital el último día en el tren nocturno a Santiago, al cual llegamos cuando ya casi partía. Lleno, superlleno, tanto que sólo pudimos acceder con dificultad, sin poder comprar pasaje, a un lugar entre carros, prácticamente en la pisadera de uno de ellos. Pero como era absolutamente indispensable por nuestro trabajo estar el lunes en Santiago, nos resignamos a sufrir esta verdadera tortura. Nos imaginábamos como íbamos a quedar después de estar más de 8 horas en esa situación. Pero, como éramos jóvenes (entre 30 y 40 años) decidimos seguir esta aventura contándonos  mutuamente chascarros y chistes, esperando que en alguna estación bajara alguien para acceder dentro de un carro y con mucha suerte a algún asiento.

Pasamos San Rosendo, estación clásica de este difunto tren nocturno y no se había producido ningún cambio de nuestra posición inicial. De pronto apareció en la puerta de uno de los carros en que nosotros íbamos, un ayudante del conductor muy angustiado y preguntando si iba algún médico dentro del público. Sin menor dilación, me presenté  como médico y le pregunté de que se trataba, explicándome que en un asiento de dicho coche había una persona  muy grave y a lo mejor  estaba muerta. Como pudo volvió  a entrar al carro, ahora llevando al médico que había encontrado  en el pasillo del carro. No tuve que recurrir mucho a mi experiencia profesional de ese entonces, para darme cuenta que esta persona de alrededor de 70 años (por apariencia), sexo masculino, se encontraba sin ningún signo vital, más todavía ya presentaba ciertas livideces, que  quitaron mis ímpetus de efectuar alguna maniobra especial. Le dije  a este ayudante y también al conductor del tren que apareció en ese momento, que este señor estaba muerto desde hace bastante rato y que era inútil intentar alguna maniobra de resurrección. Viene entonces la pregunta lógica ¿qué se hace con el cadáver? El conductor recurrió a un manual que llevaba en sus manos, en que salía la respuesta. El cadáver debía seguir hasta el destino de su boleto, que claramente decía Santiago, pero había que trasladarlo al carro delantero (detrás de la máquina), donde no hay pasajeros sino alguna dependencia de los funcionarios y algún tipo de carga especial. El fallecido no iba con ningún acompañante y la dirección de su casa era en Valparaíso. Entre varias personas del coche, hubo que sacarlo en una litera (que sí tenía el convoy) y trasladarlo al coche antes descrito. Esta maniobra se hizo sacándolo por la ventana por la multitud que viajaba.

Pero, la historia nuestra con mi amigo Indio no termina ahí. Después de la maniobra traslado de cadáver, el conductor me llevó a su oficina donde tuve que hacer una declaración por escrito de lo que yo había constatado, para lo cual recurrí a mi abogado Luis Alberto para no meter la pata en algo legal que me pudiera costar alguna sanción. Lo redactamos lo mejor que pudimos, lo revisó el conductor, le dio su visto bueno y nos agradeció nuestra atención diciéndonos que podíamos volver a nuestros asientos. Cuando le explicamos que íbamos entre dos carros, nos pidió disculpas y nos asignó un departamento que poseía ese tren y que eran carísimos, razón por la cual probablemente iba desocupado. Tal fue nuestra suerte que tenía hasta baño propio. Pudimos incluso acostarnos en cama, dormir y ducharnos antes de llegar a Santiago. Ahí, pudimos darnos cuenta que el occiso fue sacado con mucha discreción  y nunca supimos como fue trasladado a su lugar de origen.

En todo caso, siempre he pensado la curiosa manera de solucionar un problema de locomoción, que seguro que ya no se puede presentar porque hace mucho tiempo que dejó de existir el famoso Tren Nocturno Concepción Alameda.

Esta fue una de las tantas correrías que hice junto a mi concuñado y gran amigo Luis Alberto Santander Elgueta, el famoso Indio Santander.

                                   Gabriel Martínez Del Río

Lanalhue, 2 de Febrero 2018