Después de casarme y para asegurar el sustento de la familia
recibí como adelanto de mi herencia el Fundo El Llano que contaba con
seiscientas sesenta y seis hectáreas, incluyendo una vasta viña que permitía elaborar
los mejores vinos del Valle de Pirque. Sin embargo, al poco tiempo los días
secos aumentaron y la producción de uva caía año tras año. Un enólogo francés
me recomendó construir un canal de regadío desde el Río Clarillo hasta la viña
y con eso se incrementaría la cosecha. Le pedí al capataz que fuera al pueblo a
contratar una cuadrilla y comenzara la faena.
Habían pasado unos meses
y el avance en la construcción del canal no era el esperado, solo llevaban la
mitad del proyecto, y los recursos con que contaba se estaban acabando. En una
visita de inspección a la obra, uno de los peones escuchó la conversación que
sostenía con el capataz y cuando estuve solo se me acercó. Lo primero que sentí
fue su olor, mezcla de sudor de varios días y alcohol. Al almuerzo les dábamos
una galleta grande de pan amasado y un par de copas de vino para que tuvieran
energía, pero algunos de ellos cambiaban comida por brebaje y no teníamos como
controlarlo. El roto me hizo reír, dijo que era el Diablo y me ofreció terminar
el canal en una sola noche a cambio de mi alma. ¿Para qué voy a querer un canal
de regadío si no lo voy a poder disfrutar?, le respondí burlescamente. Pero él,
tambaleándose, me aclaró que mi alma debería entregarla una vez que muriera. Me
causó mucha gracia la imaginación del hombrecito, así que cerré el trato. Al
estrecharle su mano sentí un fuerte calor, tanto que me quemó y debí soltarlo
de inmediato, giré y mi incliné del dolor, aguanté el grito y al mirar mi palma
la vi roja y algo hinchada. Al incorporarme, el obrero ya no estaba y solo
quedó una estela de fuerte olor a azufre en el aire. Me inquieté, aquello no
era normal, pero al día siguiente, cuando vi el canal totalmente construido
aquella inquietud dio paso al pavor.
Conversé con mi esposa, le conté lo sucedido y le dije que
no sabía cómo romper ese pacto que había hecho con el Diablo.
Ella, junto a sus amigas, hacía sesiones de espiritismo, y
me recomendó invocar al Cristo Negro, que era muy milagroso y podría acabar con
el acuerdo.
No tenía nada que perder, así que organizamos la reunión.
Seis señoras y yo estuvimos largos minutos tomados de las manos, llamando al
Cristo Negro entre velas encendidas y copas de ajenjo, que según la más
entendida de las damas facilitaba la comunicación con el más allá. No pasó
nada. Pero una semana después, mientras visitaba la viña, el Cristo Negro se
presentó. Supe inmediatamente que era él. No era negro del tipo africano sino
que era un Cristo normal, como el de la iglesia, blanco, rubio, de pelo largo y
ojos azules, con bigote y barbita de algunos días, pero vestía enteramente de
negro. En vez de sandalias usaba botas de cuero negras, y en vez de túnica
llevaba sobre su ropa negra una manta de lana de oveja… también negra.
Me tranquilizó, ya estaba al tanto de todo, me aseguró que
conversó con el Diablo y le explicó el mal entendido, que yo nunca había
pensado que hablaba con el verdadero Diablo y que solo creía que lo hacía con
un simple jornalero ebrio.
―Fue
difícil de convencer, no quedó muy contento, pero al final entendió la
situación y como un caballero que es, anularía inmediatamente el pacto― me dijo el Cristo
Negro.
Desde ahí en adelante mi vida fue tranquila y feliz. Me
cuidé en cada contrato que firmé y desconfié de cuanto pacto me ofrecieran, ya
sea propuesto por un obrero o por un abogado.
Soy Ramón Subercaseaux, ahora tengo 82 años y sé que me
estoy muriendo, hace unos minutos me visitó un médico, pero en realidad era el
Cristo Negro, lo reconocí de inmediato. Nunca lo había vuelto a ver desde aquel
día en la viña. Me dijo que faltaba poco, que no tuviera miedo, que tendríamos
mucho tiempo para conversar, luego dio una vuelta y se marchó. Mientras se
dirigía a la puerta me pareció ver la punta de una cola asomándose bajo su bata
y en el aire se mantuvo por mucho tiempo un fuerte olor a azufre. Gonzalo X
No hay comentarios.:
Publicar un comentario