6.5.23

Juanita y Lis

 

Nadie cree en las brujas,

 pero si descubren una la matan.

Julio Cortázar


El paseo por el campus universitario era apacible como también lo era esa tarde de domingo. Lis, con su vocación de sabuesa iba con la nariz pegada al suelo degustando olores diferentes al de nuestra población. De pronto se detuvo bruscamente con una mano en alto como si hubiese escuchado una voz dentro de su cabeza, se balanceó unos segundos sobre sus tres patas. Oteó el aire cálido y se lanzó en veloz carrera, arrancándome la correa de la mano, cruzó el foro casi volando, sus patitas cortas parecían verdaderos remolinos, y de verdad daba la impresión de que volara a ras de piso, la seguí como pude tratando de no perderla de vista, siguió en dirección a la estatua de Juana de Arco, el pedestal estaba vacío y Lis parecía sorprendida y corría alrededor de la estatua ausente ladrando como poseída.

Tan concentrada estaba en su misión que pude recuperar la punta de la correa y empecé a tranquilizarla contándole que ahí había una estatua de una joven bruja llamada Juanita quien a pesar de haber ganado una guerra defendiendo su país, los malparidos la habían quemado nada más que por ser bruja. Al parecer la historia no la hacía volver a sus cabales, sino que la excitaba cada vez más.

Decidí entonces explicarle que seguramente la habían retirado para repararla y pintarla y que pronto la repondrían en su sitio. Esto le pareció más lógico y pudimos continuar con nuestro paseo.

Le seguí contando a Lis que su nombre completo era Lisbeth Salander en honor a la protagonista de la trilogía Milleniun, pero que también había encontrado una historia de una bruja llamada Lisbeth, a quien nunca habían quemado porque sabía guardar muy bien su secreto, era una bruja clandestina.

Nuestros pasos se cruzaron con los de mi buen amigo Camilo, el artista encargado de reparar las estatuas del campus, las que solían sufrir insólitas agresiones sexuales. Lo puse al tanto de la extraña conducta de Lis y él me contó los no menos extraños sucesos en torno a la estatua de Juana de Arco. Esta fue su historia:

La mayoría de las facultades estaban tomadas por los estudiantes y un día Doña Juana apareció completamente quemada. Supusimos que le habrían lanzado una molotov, pero no había rastros de vidrios rotos ni olor a bencina. Como no tenía mayores daños la limpié y la pinté de blanco, pero al día siguiente volvió a aparecer quemada y volví a repintarla. Eso se repitió varias veces. Hasta que intervino el Decano y me pidió que la retirara y la volviera a reparar en el taller de la Pinacoteca. Yo no lo veía muy conveniente, pero no iba a contradecir al jefe, trasladé la estatua, pero justo se tomaron la Pinacoteca y el trabajo quedó suspendido.

Cuando volvió la calma, repinté a Doña Juana y nuevamente apareció quemada, esta vez dentro del taller que es un sitio bastante seguro. Se habló de auto combustión, de piroquinesis, se sacaron muestras del material para su análisis.

Así estaban las cosas cuando la estatua desapareció: un robo insólito e inexplicable.

Radio Clandestina, transmitiendo desde el foro, culpó al FBI, a la CIA, al Pentágono o algún otro brazo del imperialismo yanky, quienes se habrían llevado la estatua al Área 51 donde la tendrían entre el extraterrestre de Roswell y un chupacabras recién capturado.

Otras fuentes señalan que la extraña estatua de Juana de Arco fue llevada con fines de resguardo e investigación por agentes del Centro de Estudios No Convencionales a sus laboratorios secretos en la inubicable Isla Elizabeth en pleno mar de Drake.    Mateo X

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