Nadie cree en
las brujas,
pero si descubren una la matan.
Julio
Cortázar
Tan concentrada estaba en su misión que pude recuperar la
punta de la correa y empecé a tranquilizarla contándole que ahí había una
estatua de una joven bruja llamada Juanita quien a pesar de haber ganado una
guerra defendiendo su país, los malparidos la habían quemado nada más que por
ser bruja. Al parecer la historia no la hacía volver a sus cabales, sino que la
excitaba cada vez más.
Decidí entonces explicarle que seguramente la habían retirado
para repararla y pintarla y que pronto la repondrían en su sitio. Esto le
pareció más lógico y pudimos continuar con nuestro paseo.
Le seguí contando a Lis que su nombre completo era Lisbeth
Salander en honor a la protagonista de la trilogía Milleniun, pero que también
había encontrado una historia de una bruja llamada Lisbeth, a quien nunca
habían quemado porque sabía guardar muy bien su secreto, era una bruja
clandestina.
Nuestros pasos se cruzaron con los de mi buen amigo Camilo,
el artista encargado de reparar las estatuas del campus, las que solían sufrir
insólitas agresiones sexuales. Lo puse al tanto de la extraña conducta de Lis y
él me contó los no menos extraños sucesos en torno a la estatua de Juana de
Arco. Esta fue su historia:
La mayoría de las facultades estaban tomadas por los
estudiantes y un día Doña Juana apareció completamente quemada. Supusimos que
le habrían lanzado una molotov, pero no había rastros de vidrios rotos ni olor
a bencina. Como no tenía mayores daños la limpié y la pinté de blanco, pero al
día siguiente volvió a aparecer quemada y volví a repintarla. Eso se repitió
varias veces. Hasta que intervino el Decano y me pidió que la retirara y la
volviera a reparar en el taller de la Pinacoteca. Yo no lo veía muy
conveniente, pero no iba a contradecir al jefe, trasladé la estatua, pero justo
se tomaron la Pinacoteca y el trabajo quedó suspendido.
Cuando volvió la calma, repinté a Doña Juana y nuevamente
apareció quemada, esta vez dentro del taller que es un sitio bastante seguro.
Se habló de auto combustión, de piroquinesis, se sacaron muestras del material
para su análisis.
Así estaban las cosas cuando la estatua desapareció: un robo
insólito e inexplicable.
Radio Clandestina, transmitiendo desde el foro, culpó al FBI,
a la CIA, al Pentágono o algún otro brazo del imperialismo yanky, quienes se
habrían llevado la estatua al Área 51 donde la tendrían entre el extraterrestre
de Roswell y un chupacabras recién capturado.
Otras fuentes señalan que la extraña estatua de Juana de Arco
fue llevada con fines de resguardo e investigación por agentes del Centro de
Estudios No Convencionales a sus laboratorios secretos en la inubicable Isla
Elizabeth en pleno mar de Drake. Mateo X
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