24.2.23

Lázaro


          No resucites por ningún motivo

 no tienes para qué ponerte nervioso dijo el poeta

tienes toda la muerte por delante

Nicanor Parra

         


Recuerdo cuando invité al Flaco a militar con nosotros, no se hizo de rogar ni un poquito, me dijo que él creía que ya estaba militando desde cuando nos acompañó a hacer un rayado frente a la fábrica. Ahí tuve que explicarle un montón de cosas y le pedí que se inventara un nombre, eso lo sorprendió muchísimo, pero lo decidió rápido, dijo que su nombre sería Lázaro y aunque nos sonó raro, solo nos encogimos de hombros y empezamos a llamarlo Lázaro.

Parece increíble que uno se acuerde de cosas como esa después de medio siglo, pero claro eso pasa porque el Flaco que estaba más flaco que nunca se apareció en mi casa después de un montón de años y como si nada, como si nos hubiéramos visto el día anterior, traía una botella bajo el brazo y el tremendo rollo que me lo fue largando de a poquito y que ahora yo se los cuento a ustedes de un tirón.

Empezó por explicarme que él no sabía por qué había elegido el nombre de Lázaro, pero era lo primero que se le había venido a la cabeza cuando le pedí que escogiera un nombre, sin embargo, en los años de exilio se había puesto a darle vueltas al asunto y como era un nombre bíblico había leído el libro sagrado de pe a pa.

Casualmente, se había puesto en contacto con el Centro de Estudios No Convencionales institución que sostenía que Lázaro de Betania era el primer zombie documentado nada menos que en el libro más importante del mundo, tesis que le había parecido bastante lógica y concordante con lo leído en el evangelio de Juan, relato que mostraba cierto paralelismo entre la vida de Lázaro de Betania el Santo o el zombie y la suya propia, para respaldarlo tenía varios ejemplos, algunos bien convincentes.

En síntesis, el Flaco estaba convencido que él, una vez que falleciera, iba a resucitar dentro del ataúd ya enterrado lo cual le parecía una perspectiva de lo más desagradable. Fue inútil tratar de convencerlo con mis argumentos, le dije que estaba chalado por creer en las películas de zombies. Ahí se puso serio y me dijo que él no veía esas porquerías. Que él creía lo que decía la Biblia, aunque no tuviera ninguna religión y remató confesándome que tenía una enfermedad terminal y que iba a estirar la pata muy pronto.


Aprovechando de que me quedé mudo, me lanzó su pedida, quería que lo ayudara consiguiéndole un fierro o una granada para darse una segunda muerte en caso de resucitar en un cajón bajo tierra.

Me reí bastante, casi casi tuve un ataque de risa, le repetí que estaba completamente chalado, pero cuando vi que luchaba por contener sus lágrimas, terminé prometiéndole que sacaría todo lo que quedaba en un barretín que nunca cayó en manos de la represión y se lo metería al cajón, le dije que si llegaba a despertar revisara sus bolsillos.

El Flaco Lázaro era un hombre de palabra y una semana después falleció, yo me sentí obligado a ser también un hombre de palabra y entré de noche al velatorio le puse una colt 45 en el cinto y dos granadas en cada bolsillo de la chaqueta, debajo de su cuerpo coloqué no sé cuántos cartuchos de dinamita bastante sudados, peligrosos porque pueden explotar con facilidad, pero los fiambres no se mueven mucho, así que el peligro no era tanto.

A las 12 horas y 12 minutos de la tercera noche, una explosión descomunal sacudió la Ciudad de los Muertos, todo el muro de nichos quedó convertido en un cráter. Trescientos cuarenta y tres nichos desaparecieron en un instante, los huesos volaron por los aires hasta la calle circundante, que quedó cubierta de tibias, fémures, calaveras, costillas, cúbitos, húmeros, radios, vértebras y huesos menores e irreconocibles, así como de restos de ropa hecha girones. El estruendo se escuchó en todo el Gran Concepción y cruzó el Biobío por lo menos hasta llegar a Coronel.

Hay días en que estoy seguro que Lázaro realmente resucitó y uso una de las granadas para irse definitivamente de este mundo.

He querido hablar con ese Centro de Estudios No Convencionales para decirles que sus teorías pueden tener consecuencias trágicas, pero no los he podido localizar. La isla Elizabeth, donde dicen tener su sede, no ha vuelto a ser encontrada después que su descubridor Francis Drake la bautizara allá por el año 1598.                               Mateo X

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