30.3.23

La princesa mora


C
abellos negros, ojos azabache, boca como fruto maduro…

Perseguida en el sur del Mediterráneo, en un galope desenfrenado forzó a muerte su caballo. Cayó el animal... Corrió ella hacia el mar y saltó en una barca donde la esperaban doce remeros. 

Voló la barca sobre las olas hasta llegar al sur de España.

Perseguida también allí por una emir que la quería como esclava, cogió vestidos de hombre y como marinero en un velero se embarcó. 

Allí todo dejó, solo llevó el puñal que una hechicera le regaló cuando ella nació.

Navegó hasta el Nuevo Mundo. Desembarcó en tierras extrañas.

El gobernador la quiso para él. 

Ella, la princesa mora, revistió vestidos de hombre y navegó rumbo al sur. Muchos fueron los días y tantas las noches. Del calor pasó al frío. Faltaba el agua. En un fiordo el velero botó el ancla. 

―A buscar agua― ordenó el capitán.

Cargaba un barril y al cinto su cuchillo.

Un lobo de mar se alzó cuando ella, vestida de marinero, en su dominio entró, entonces el lobo atacó.

La nieve se tiñó de rojo. Una vida allí quedó.

Al atardecer, cuando caía el sol, en lo alto de un peñón, su figura apareció, cargaba un pesado barril.

En el mar, ella su cuchillo lavó. Se manchó el agua con sangre animal.

Pasó el estrecho del Sur y entró en otro mar. Cuando desembarcó, cansada allí se quedó. 

Entre los hombres de los árboles, los llamados pehuenches, se instaló.

Habitaba en una larga faja de tierra que desde el desierto baja hasta el mar. 

Allí ella se quedó hasta que también allí, la sangre corrió vertida por la violencia de un general.

La princesa mora de nuevo partió. En tierras del Norte se instaló. 

Desenvainó el puñal y con un gesto de magia antigua lo transformó. En la mano de la princesa mora ahora había un pincel.

Le robó colores a las rosas, a la hierba, a las montañas, a la noche y también al sol y con una nube hizo su tela para pintar.

Un viento que por allí pasó, cuenta en una lengua que solo los pájaros conocen, que a la princesa mora vio. Pinta cuadros de una extraña belleza con un pincel que fue puñal.             Pato X

24.3.23

Salto a la eternidad

 


Aquí hay caminos malos y muy malos, pero ninguno como el que nos lleva a la desembocadura del Bío-Bío, pero esto tiene una explicación muy lógica aunque no sé si sirva de mucho. Lo que ocurre es que ese camino no es responsabilidad del Ministerio de Obras Públicas, pues este organismo está convencido que su mantención corresponde a la Municipalidad de Hualpén, pero la señora alcaldesa ha señalado claramente, que eso no le compete, puesto que esa es una zona urbana y debería ser el Ministerio de Vivienda y Urbanismo quien financiara las obras. Por su parte el ministro aludido sostiene que quien debería hacerse cargo de todo es la empresa estatal Petrox, la cual posee numerosos camiones pesados que utilizan diariamente el camino además de sus funcionarios que aunque usan vehículos menores lo hacen en forma cotidiana lo cual termina dañando irreversiblemente la carpeta asfáltica que a estas alturas necesita cirugía mayor.

Así estaban las cosas cuando decidí emprender la aventura de llegar por la ribera norte al punto donde el gran río se entrega a la mar.

Justamente, frente a Petrox, mi citroneta 2cv modelo 1962 armada en Arica iba esquivando baches a la izquierda, al centro y a la derecha. Los dos caballos de fuerza del noble motor tenían buena memoria y podía confiar en ellos. Quienes no eran dignos de ninguna confianza eran los baches. Baches dinámicos podríamos llamarlos. Ellos variaban constantemente. Podía aparecer uno nuevo o dos podían unirse formando uno mucho mayor, fenómeno que podía ocurrir también con más de dos, dando origen a verdaderos cráteres instantáneos. Los valientes corceles hacían su máximo esfuerzo y rugían como pumas.

Así estaban las cosas, cuando apareció aquel vacío inaudito que ocupaba todo lo ancho del camino y que parecía no tener fondo. Esquivarlo no podía, frenar tampoco. Opté por apretar bien los ojos y saltar hacia la eternidad.

Ahora vivo en una minúscula casita que parece un pequeño templo con un garaje donde está aparcada una réplica a escala de mi querida citrola, he escuchado que se refieren a mí o a mi hogar como “la animita”, al principio me molestaba escuchar eso, con el tiempo me he acostumbrado. Está ubicada frente a Petrox a la orilla del camino que por fin han reparado y que alguien muy ingenuo lo ha atribuido a mi intervención. Eso ha hecho que enciendan cantidad de velas delante de mi domicilio, lo cual me parece peligroso.

Así estaban las cosas, cuando llegaron los vecinos de Lenga a pedirme que interceda para que arreglen su camino y yo no sé si esperan que hable con la alcaldesa, con el gerente o con cuál de los ministros.       Juan X

21.3.23

Un juego terrorífico

 

Hace viento y está oscuro.

El cielo amenaza lluvia y las hojas de los árboles se remueven desesperadas, como queriendo huir del paisaje tenebroso y fantasmal que parece advertir que nuestro juego es inconveniente y peligroso.

Juana me ha desafiado a hacer lo que su imaginación, un tanto desquiciada, considera un acto de atrevimiento y aventura.

Ahora estamos los dos a la entrada del cementerio de nuestro pueblo y faltan cinco minutos para la medianoche.

El juego consiste en que uno debe caminar hasta el centro del camposanto y permanecer ahí por lo menos hasta que el otro cuente hasta 30.

Lo grave es que he sido yo el que ha resultado perdedor cuando echamos a suerte quién debiera ir primero.

Avanzo lentamente, mirando las copas de los árboles que oscurecen cada vez más la senda borrosa.

Paso a paso avanzo y observo a los costados las tumbas abrazadas por las sombras.

Juana permanece fuera, asegurándose que no me escabulla por uno de los recodos retorcidos del camino.

Comienza a llover y el cielo es un techo de nubes bajando precipitadamente para devorar la tierra.

Siento frío y miedo. Doy otro paso.

Una ráfaga de viento y agua me da en la cara, doy un brinco y la piel se me eriza.

No quiero mirar atrás, sólo avanzo.

Estoy en el centro del cementerio, es un círculo de piedras y alrededor tumbas y nichos y dos o tres mausoleos de los ricos del pueblo.

De pronto una luz estalla al frente. Es un relámpago surgido de entre las tumbas. Tiemblo.

Giro rápidamente y pretendo volver sobre mis pasos. Pero estoy atornillado al suelo. Grito con desesperación: ¡Juana! ¡Juana!

Por toda respuesta una nueva ráfaga de viento, lluvia y frío me estremece. Logro avanzar, el viento me impide hacerlo con prontitud.

Siento lágrimas en el rostro.

Resbalo sobre las piedras mojadas. Tengo la ropa empapada  y siento los pies húmedos.

Estoy a pasos de la entrada. Alcanzaré la salida, estiro los brazos queriendo alcanzar de una vez la salida del cementerio. Falta sólo un par de pasos…

Es cuando siento el grito de mi mujer despertándome, porque he tenido una pesadilla.

Ella me grita: ¡Despierta Ramón, estás soñando, despierta!

Me mira fijamente con los ojos desorbitados, pálida, el pelo desgreñado, sucia. Estamos en una plaza pública, al descampado, tapados con diarios, somos habitantes indeseados, ciudadanos marginados o, como ahora se dice: personas en situación de calle.

Entonces abrazo a la Juana y lloro desconsoladamente.

Renard X

9.3.23


 DJ Lobo

De tanto jugar a parecerse

el juego se convierte en obsesión

la obsesión en delirio

y la locura se desata

S. Fritz

A veces buscamos el material para nuestros obscuros relatos, en lugares lejanos, sin pensar que la vida puede traerlos tan cerca de nosotros que llegan a ser invisibles. La vieja expresión los árboles no dejan ver el bosque, es muy real. En el episodio de hoy los hechos ocurrieron en el locutorio de esta emisora y yo estoy escribiendo al lado, en la sala de reuniones.

Debo aclarar que en los largos años de historia de nuestra radio hemos conocido toda una galería de personajes especiales que nos ha llevado a desechar de nuestro vocabulario la palabra normalidad. Al parecer, las ondas de frecuencia modulada los atraen como imán, o puede ser nuestra eterna política de micrófonos abiertos.

Cuando se presentó nos dijo que se llamaba Luis Lobos y quería hacer un trasnoche que fuera diferente a los trasnoches de todas las radios, es decir tenía el sueño que tenemos todos, hacer lo mismo que hacen todos, pero en forma completamente diferente.

El sueño del pibedijo la Guille.

El muchacho era moreno, fortacho y de cejas muy tupidas, de ojos obscuros y mirada fuerte, lo que le daba un aspecto intimidante, vivía solo en una pensión de la población Santa Leonor y había llegado poco tiempo atrás.

Ya veremos, le respondimos en forma vaga y lo despachamos.

Al comentar la propuesta, la Guille dijo que le pareció raro que pronunciara mal su apellido y explicó que lo pronunciaba sin la letra “ese” así simplemente Lobo cuando hacía sonar muy bien la “ese” de Luis.

Guille, dejálo el muchacho habla con falta de ortografía igual que vos, que apenas viviste un exilio en Argentina le respondí imitándola.

Finalmente, se impuso la realidad, no teníamos programa de trasnoche y Luis se autofinanciaba y hasta podría quedar algo para la radio.

Empezó por contar historias macabras, algunas eran evidentes adaptaciones de los clásicos, pero otras no sé de donde las sacaba y hasta daban miedo de verdad. Pero el juego comenzó con su confesión de que era un lobizón y que los viernes, sobre todo si la luna era grande y la noche clara se podía convertir en un perro-lobo, negro, grande y aullador.

Cuando hacía su programa se iban reuniendo muchísimos perros callejeros, además de algunos que se escapaban de sus casas para ir a compartir entre ellos junto a la radio. Todos se conformaban con oler a Luis a la salida y no hacían nada más, sin embargo dejaban muy sucio el pasillo de ingreso y tuvimos que mantener cerrado el acceso a la radio durante el trasnoche, lo que trasladó el problema a la calle que se llenaba de perros y perras que dificultaban hasta la circulación de automóviles. Pero, ahí ya no era problema nuestro.

Para nosotros Luis era casi un vagabundo solitario, pero una noche se puso autobiográfico y contó que tenía 6 hermanos mayores que él, todos hombres, todos vivos y que él podría haber sido ahijado del Presidente Aylwin, pero su familia lo había considerado poco honroso y habían desechado esa oportunidad, a él en realidad le daba lo mismo ser o no ser ahijado de ese presidente o de cualquier otro u otra.

Lo importante era que el ser el séptimo hijo varón le otorgaba su condición de lobizón lo que le permitía convertirse en el mítico animal cada viernes de noche clara que él quisiera.

A la presentación de su trasnoche le había agregado un largo aullido, hasta allí, todo bien, pero un viernes de luna grande no pronunció ni una sola palabra, todo fueron gruñidos, aullidos y ciertos sonidos guturales que recordaban vagamente a las palabras. Esa noche la reunión perruna fue tan masiva que llegó la policía, pero no supieron que hacer y se retiraron desconcertados.

La cosa se estaba poniendo rara y le llamamos la atención, lo que lo deprimió bastante, pero pronto incorporó un anuncio de “Gotitas de luna llena” que aseguraba que preparaba el mismo con yerba de San Juan y pisco del bueno, para su consumo personal y las regalaba a los auditores a través de algunos concursos. Eso no era muy legal, pero nos hicimos los lesos y lo dejamos hacer.

La luna llena sería el Domingo 28, sin embargo el viernes 26 de febrero la luna estaba tan hinchada que todos los que recordamos esa noche juraríamos que era luna llena, quizás por eso las cosas se salieron de madre desde temprano. La masa perruna que se congregó frente a la radio fue tan grande y los aullidos tan intensos que los vecinos volvieron a llamar a la policía, pero esta no concurrió.

En el locutorio la cosa no estaba mejor, DJ Lobo explicaba como comerse a una mujer, pero sin doble sentido, hablaba barbaridades de tipo culinario que eran sumamente inapropiadas. Lo llamé al teléfono de la radio y no contestó, tampoco respondió el celular. Entonces conecté el streaming para ver lo que pasaba y vi algo asqueroso. DJ Lobo comía carne cruda y sangrante, estaba todo sucio, manchado de sangre. Llamé a toda la directiva y les pedí que vieran el streaming y nadie lo podía creer. Todos estábamos de acuerdo había que terminar el trasnoche porque las cosas habían ido demasiado lejos.

Todos saben lo que sucedió esa madrugada, la del 27 de febrero de 2010 y aunque queríamos hablar con DJ Lobo era imposible, luego llegaron las noticias de lo que sucedió en la Población Santa Leonor. Yo fui en bicicleta a verlo, pero su pensión había sido arrasada por el tsunami. Nunca volvimos a saber nada de él. Ni siquiera encontramos a alguien que lo conociera. Tampoco lo encontramos en las listas de desaparecidos.

Al año siguiente, trabajábamos en un documental sobre la historia del tsunami en esa población, y nos sorprendió el testimonio de una anciana que decía haber sido rescatada por un enorme perro negro cuando el mar se la llevaba.                           Mateo X