α y Ω
“la flecha va de la mano al blanco:
no hay mitad de camino”
Julio Cortázar
no hay mitad de camino”
Julio Cortázar
Por fin, la pretenciosa tortuga ha sido puesta en su lugar. Aquiles le gana limpiamente la carrera y eso mismo sucede en todos los desafíos de velocidad entre superhéroes y tortugas, lo cual vale como demostración práctica de que no existe la mitad de camino.
La descabellada idea de la existencia de ese punto imaginario, mágico y poderoso es atribuida a la Gran Tortuga que Sostiene al Mundo quien la ha concebido con el inconfesable propósito de fastidiar a sus eternos rivales incluido Usain Bolt.
Juan Schilling
La fiebre del oro
Se levantó al alba, fue a la cascada y se bañó prolijamente, luego vistió la túnica blanca y volvió al campamento. Todos lo miraron sorprendidos y lo siguieron mirando y sorprendiéndose cuando se internó en el charco de lodo hasta que empezó a ensuciar el ruedo de su extraña vestimenta. Se arrodilló, metió las manos en el barro y las retiró lentamente con una descomunal pepita de oro. Los buscadores de oro desfilaron por su choza y cada uno pudo tocar la roca dorada.
J.S.
Asesino en serie (trilogía breve)El mono es de Mayarí Schilling.
Radio Clandestina
Cosme y los estudios de la legendaria Radio Clandestina |
Con la democracia la barricada cayó en desuso y los equipos se
instalaron en una caseta cerca del Campanil. La Clandestina siguió
transmitiendo hasta que una noche vinieron los hombres de negro, desarmaron la
caseta y se llevaron los parlantes, el amplificador y el micrófono.
Mucho más allá de la medianoche
Mayarí Schilling
Valentín Dick
La primera vez que fue avistado en las cercanías de la villa
San Valentín lo llamaron “albino”, la segunda vez se dieron cuenta que tenía
manchas en su plumaje por lo que lo rebautizaron como “el mutante”, la tercera,
la tercera fue increíble, hubo fotos, se le vio junto a los otros en vuelo,
notándose su liderazgo en la bandada, era de la estirpe de los Dick, pariente
de Mocha el temible cachalote de la isla cercana, solo que éste volaba y nunca
antes salió en un cuento, era Valentín Dick, el gorrión blanco.
Mayarí Schilling Mucho más allá de la medianoche
Hay
noches difíciles en las que es imposible dormir. Juan salió a contarle a la
luna que no sabía que hacer.
Afuera
se encontraba toda la paz que faltaba a su alma. Solo alcanzó a iniciar su
paseo nocturno cuando la tierra empezó a zangolotearse de manera
incomprensible, la casa lanzó un gemido, lloró y gritó antes de partirse en
pedazos.
El amanecer se hizo esperar, pero llegó. Juan
recogió una botella rota entre los escombros y encontró un mensaje escrito por
quienes reconstruyeron la casa después del terremoto de 1960.
Entonces supo lo
que tenía que hacer.
Juan Schilling
El hilo prohibido
Septikitikitiembre
llenó la playa de volantines que se habían apoderado del cielo desplazando a
gaviotas y pelícanos.
Una
gaviota fue cercenada por un hilo prohibido y cayó dando gritos de dolor.
Gaviotas
y pelícanos regresaron volando en círculos sobre aquel techo de cometas. Hasta
el mar guardó silencio, solo se escuchó la voz furiosa de las aves.
La
gente creyó que se lanzarían en picada contra ellos como en la película de
Hitchcock, pero esa operación kamikaze no ocurrió, solo descargaron toneladas
de excrementos sobre los asustados volantines.
Recuperaron el cielo y también
la playa de la Desembocadura.
Idem
Muñecas
y televisores
La muñeca curvilínea era un prodigio reparando
televisores. Reparó con sus finas manos la tele de la niña y ella le
correspondió trayéndole los artefactos electrónicos de sus amigas, los cuales
eran reparados con prontitud.
Las finas manos tocaron lo que no debían
tocar y salió humo, los rubios y lisos cabellos se convirtieron en negras
fibras retorcidas, su cuerpo deformado y ennegrecido fue a dar a la basura.
La mamá se
apresuró a comprar otra muñeca curvilínea de pelo tan rubio y liso como la
anterior. Ella también se interesó en los televisores, pero solo para ver
novelas.
El Mismo
Sacrificio en la Piedra del Águila
La niña dejó
de contarlos cuando llegó a cien y empezó a tener sueño, luego miró a su abuelo
con ojos de ¿porqué sigue temblando?.
—La tortuga
que sostiene este mundo sobre su caparazón está tiritando de frío —le explicó
el viejo.
-¿Qué
haremos para darle calor y se le pasen los tiritones? —preguntó ella con mucho sentido práctico.
—¡Nada
podemos hacer! —respondió el anciano recordando la obscura mancha de la sangre de
su pequeño hermano sacrificado en la Piedra del Águila y que medio siglo de
lluvias no han borrado de su memoria.
Una nube
cubrió su rostro.
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