21.4.22

Peligros de la lectura

 

Me viene sucediendo hace tiempo, quizás me ha sucedido toda la vida, pero he sido consciente de esta situación al menos las últimas tres décadas.

Mi cerebro, desestructurado por naturaleza, me permite leer dos o tres libros a la vez, esto sin tener ninguna razón, ninguna justificación para hacerlo, simplemente porque sí. Aunque, poco a poco he ido tomándole el gusto a esta forma de leer porque los textos que leo en forma simultánea empiezan a conversar entre si.

La primera explicación que encuentro es que el elemento común de esos libros es que el lector soy yo mismo, pero el nivel del diálogo entre ellos es extremadamente alto, no me siento como el elemento que justifique lo que sucede entre esos textos.

Pero hace falta algún ejemplo para que ustedes me puedan entender: Estoy leyendo “La tierra permanece” de George Steward y “Tiempo para amar” de Robert Heinlein y resulta que los protagonistas de ambas novelas Isherwood Williams de la primera y Lazarus Long de la segunda son los ancentros vivos de gran parte de la humanidad, aunque por razones prácticamente opuestas.

¿Coincidencia? Es una manera de expresarlo, pero no una explicación.

Mientras busco una explicación, empiezo la lectura del comic Watchmen, quizás debiera decir novela gráfica, no estoy seguro, pero es un comic largo de 6 tomos o 6 libritos para ser más exacto. Me concentro en su lectura que me resulta más trabajosa por tener que recibir información a través de dos lenguajes: texto e imagen. Esto debería darme la tranquilidad de que no van a existir dos novelas conversando entre ellas, sin embargo la cosa empeora. Es el 24 de febrero de 2022.

Watchmen, de Alan More y Dave Gibbons, se mete con la realidad o al menos con la realidad presente que nos transmite la televisión. El comic, a pesar de ser una ficción bastante fantástica, tiene como telón de fondo la guerra fría con su incumplida y omnipresente amenaza nuclear, puesta en todo su dramatismo por un reloj que marca el escaso tiempo que le queda a la humanidad antes del holocausto atómico, el Domsday Clock, que después de escuchar a Putin poniendo en alerta a su fuerza de disuasión nuclear no cabe duda que ha avanzado algunos minutos rumbo a la medianoche.

Mejor retomaré la lectura de dos novelas, es menos inquietante leer El Corazón a contraluz de Patricio Manns al mismo tiempo que releo Viajes con Heródoto de Rysard Kapusinski y descubrir que en ambos se entrometen los misteriosos escitas, antes que leer a antiguos personajes de ficción analizando las guerras de hoy.

Mateo X