26.5.23

El hada verde

 A la hechicera no dejarás que viva.

Éxodo 22, 18












Luego de encontrar el cadáver de Eloisa cerca del edificio, el conserje llamó a los pacos y también a los tiras, primero llegaron los pacos y me arrinconaron a preguntas no recuerdo todo lo que les dije, pero me afirmé en que yo no había hecho el amor con la occisa como si eso fuera lo fundamental, luego vinieron los tiras y
 volví a insistir en lo mismo y por supuesto que yo no la había lanzado desde el noveno piso, luego vino mi vecina que se cree la Reportera del Crimen y le repetí hasta el cansancio “yo no hice el amor con ella”, declaración que parecía contrariarla bastante e incluso decepcionarla, después de unos días apareció ese viejo chico que se presentó como agente del Centro de Estudios No Convencionales. El viejo con pinta de vendedor de biblias, tenía una voz suave y convincente y sin darme cuenta le estaba contando mi increíble historia de pe a pa sin ocultarle nada. Creo que me había hipnotizado a lo Mandrake y esto fue lo que le dije:

A Eloisa casi no la conocía, pero ese viernes nos habíamos convertido, yo en padrino y ella en madrina de la primera hija de los amigos más conservadores que tengo. Esta situación nos unió lo suficiente para continuar el carrete en mi departamento.

― ¿Has probado la absenta?más que pregunta, eso era una provocación de mí parte.

¿Y eso se come, se toma o se fuma?

Se toma, pero si quieres fumar algo nuevo en el jardín del edificio crece misteriosamente el tabaco del diablo, Lobelia tupa, para los que hablan en lenguas.

Yo tengo papelillos y preservativos, para aportar algo tambiénse rio y sus ojos verdes lanzaron destellos al igual que la esmeralda que lucía en un peine antiguo que atrapaba su cabello negro sin matices.

Empezamos con la absenta que es un licor verde de 70 grados con un suave sabor anisado y la dulzura que le agregaba el terrón de azúcar colocado en una cucharilla y disuelto lentamente con agua mineral.

―¡Salud por el hada verde!dije y ella respondió haciendo brillar sus ojos como lucecitas de navidad.

Luego conocí su habilidad para liar unos tabaquitos de esos que crecían en el jardín, la memoria se vuelve confusa pero en un momento estábamos desnudos sobre la cama, ella solo vestía el peine que atrapaba su pelo y aunque lo negué tres veces, sí hicimos el amor de forma tan especial que empezamos a flotar en el aire, ¡Volábamos!, cuando me di cuenta de esta anomalía, la abracé como nunca había abrazado a una mujer, con una fuerza que nacía del pánico. La abracé desesperado hasta quizás hacerle daño. Ella levantó su brazo, se arrancó el peine y lo lanzó lejos. Caímos suavemente sobre la cama envueltos en una niebla luminosa.

El despertar fue acompañado de la angustia de no encontrarla, se había marchado desnuda porque su ropa seguía en el piso. Le avisé al conserje por si había lío.

En fin, ella era una bruja, pero yo no la maté como ordena el libro sagrado, aunque alguna responsabilidad me corresponde porque creo que ella quiso salir a volar por el balcón, pero olvidó que el peine que se lo permitía estaba botado sobre la alfombra.

―Tome el peine, lléveselo por favor, siento la tentación de volar, pero tengo terror a las alturas.                        Mateo Juan X

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