Hoy 11 de septiembre de 2023, cincuenta años después,
la cordillera luce nevada hasta sus faldeos, blanca,
y un cielo suavemente azul cubre la ciudad laberíntica.
Sin embargo una sombra de sangre asoma
en el ánima del día, sombra fatídica e infame.
Pero no hablaremos ahora de la sangre ni de los canallas.
Recordaremos, en cambio, la energía y el aliento de los nuestros,
haremos remembranza de sus ojos y desvelo de sus ansias,
memoria de su arrojo y conciencia de sus vidas.
Pero hay cenizas en el soplo del viento que no tardará en arribar.
Y pasos aún en la vestidura del recuerdo
y recuerdos en la vestidura de los pasos.
¿Quién duda entonces de la desnudez sana de la memoria?
Tiempo aguas arriba y aguas abajo. Tiempo esférico y genuino.
Aquí ha quedado el rastro de las llamas y los escombros,
la catástrofe de los días y del dolor, la herida sin frontera.
Y dentro de poco —al cabo de unos segundos de eternidad—
volveremos a ser justamente insolentes y meridianos.
Pero ahora nieva en la montaña y nieva sobre los hechos.
11 de septiembre de 2023 Patricia y Renard
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