6.6.20

El tren azul


Cuando pequeño solía soñar con un tren. No era todos los días pero sí me pasaba bien seguido.
Este era un tren de color azul, de forma muy agudizada similar al "flecha" que existía en esa época, pero aún más estilizado, como un avión.
Lo veía venir de lejos y su aerodinámica figura parecía romper el aire.
No tenia ventanas y se deslizaba en el aire.  A pesar de que en mis sueños veía  que transitaba veloz, se acercaba suave y pasaba cerca mio sin hacer un ruido para luego alejarse tan suavemente como había llegado.
Dejé de soñar con el cuando la magia de la infancia dejo su lugar a la dura realidad de la adolescencia.
Nunca más lo vi en mis sueños, pero su recuerdo siempre me ha acompañado.
Quizás por eso que me gustan tanto los trenes.
Tuve la suerte de vivir en un lejano país donde los trenes son transporte fundamental. Cientos de estaciones siempre repletas de gente y por cierto los trenes son modernos y confortables.
Recuerdo que cuando hicieron su aparición el TGV hacia París y el EuroStar hacia Londres atravesando el túnel del canal de la Mancha, lo primero que se me vino a la mente al ver sus esbeltas siluetas fue mi tren de ensueño.
Muchas veces viajé en ellos y en algunas ocasiones,  solo lo hice por el placer de ir en esos trenes de ciencia-ficción a velocidades que nunca imaginé que un tren pudiera alcanzar (salvo mi tren de ensueño). Y por cierto me preguntaba como había sido posible llegar a ese modernismo desde los viejos trenes a vapor.
Así que cuando esa agencia de viajes propuso un viaje inolvidable en un antiguo convoy con maquina a vapor, no dudé un instante en comprar un pasaje.
La agencia se llamaba LocoTour y su ejecutiva me prometió que sería un viaje inolvidable.
Llegué antes de la hora indicada a la estación, presa de una excitación casi infantil.
En el andén principal , una soberbia locomotora negra preparaba ya sus calderas. Tiraba tres magníficos carros antiguos.
A mi me correspondió el carro del centro por ser jubilado de clase media, así me había dicho la ejecutiva.
Comenzaron a llegar los demás pasajeros; todos mayores de edad simpáticos y amables que saludaban alegremente.
Un pitazo de la locomotora anunció la pronta partida del viaje.
Tres personajes aparecieron en la puerta de nuestro carro; un caballero gordito con aire de gerente de banco, una señora bajita medio enclenque y un joven alto con cara de bobo.
Bienvenidos a este inolvidable viaje que por primera vez en la historia de nuestro país, hemos organizado para ustedes dijo el gerente de banco. Este viaje lo hemos preparado con mucha anticipación y con los mejores expertos del país-agregó el gerente. Todo está minuciosamente pensado dijo, Hemos seguido todos los estándares internacionales establecidos por la Agencia Mundial de Trenes y según las encuestas, somos los mejores del planeta.
Por lo tanto no deben preocuparse por nada y para mayor confianza, seré yo mismo quién conducirá  el convoy junto a mis colegas dijo, indicando a la señora bajita y al joven quienes se miraron sonrientes y orgullosos.
Tres pitazos y la vigorosa locomotora comenzó su jadeante empuje. Los pasajeros conversaban todos al mismo tiempo y la algarabía versaba en todo lo prometido y lo misterioso del viaje ya que el Gerente-Conductor nada dijo sobre el final del viaje.
Sentados enfrente mio, iba una pareja de jubilados, como yo; ambos decentemente vestidos sin exageración ninguna, no tardaron en entablar conversación conmigo;
Me llamo Joaquín dijo él dándome un apretón de mano. Y ella es mi esposa Alicia.
Yo soy Víctor Manuel respondí- correspondiéndoles el saludo.
Que le parece el viaje me pregunto Joaquín
La verdad, muy interesante para mí respondí porque soy un apasionado de los trenes.
A nosotros también nos gustan los trenes pero lo raro es que no sabemos hacia dónde vamos ni las estaciones por las que pasaremos dijo ella. Creíamos que el conductor nos lo explicaría, pero fue muy parco en explicaciones, no cree usted?
Si, a mí también me pareció un poco seco su talante, quizás es su personalidad así. Yo pensé en preguntarle a la señora bajita, que parecía mas simpática.
Pero bueno, lo importante es que el viaje se desarrolle sin contratiempos.
Si eso es.
Los primeros kilómetros pasaron dentro de un ambiente de conversaciones banales y apenas se pudo apreciar la subida de la pendiente que sin mayor esfuerzo remontó el tren.
La primera parada fue en la estación Riesco.
El tren se detuvo unos momentos para que subieran un grupo de inspectores que verificaron que efectivamente todos los pasajeros del segundo vagón eramos de la tercera edad y pertenecientes a la clase media, para luego pasar al tercer vagón que según supimos después estaba destinado a personas con menos recursos.
Antes de recomenzar el viaje, aparecieron de nuevo las tres personas encargadas del viaje.
Como ustedes se habrán dado cuenta, hemos ascendido la cuesta sin ningún esfuerzo, esto gracias a nuestra planificación y los consejos que nuestros expertos nos han proporcionado nos dijo el Gerente-Conductor.
La señora bajita, nos explicó como y en que cantidad se comportaba el tráfico de trenes en el mundo, comparándonos con los mas modernos y el joven con cara de bobo nos dió las cifras de durmientes y rieles recorridos asegurándonos que desde meses atrás se habían comprado muchos rieles y durmientes.
Dicho esto, el tren se puso en marcha con velocidad mayor y comenzamos a recorrer parajes que se iban ensombreciendo en la medida que los kilómetros pasaban.
Algunos pasajeros comenzaron a quejarse por el hollín que penetraba por las ventanas.
No tienen más que cerrar las ventanas propuse yo
Sí pero igual entrará por las tomas de aire superioresme indicó Joaquín
Quizás sea por el esfuerzo que hace la locomotora en las subidas agregó doña Alicia.
A lo mejor era eso, ya que cada vez que el tren comenzaba a trepar una cuesta, la locomotora se ponía más jadeante. Luego bajaba el esfuerzo y todo parecía volver a la normalidad.
Así, subiendo y bajando, jadeando y botando cada vez mas hollín  transcurrieron los siguientes kilómetros.
Cuando llegamos a la Estación Meseta, tuvimos la primera sorpresa; un grupo de jóvenes subió también al tren. Y a diferencia nuestra, se repartieron en los tres vagones.
La locomotora pareció agradecer el descanso mientras los tres personajes a cargo del viaje volvieron aparecer con caras de enorme satisfacción.
El Gerente-Conductor nos aseguró que todo este esfuerzo de la locomotora era completamente normal. Es más dijo Ya hemos llegado a una especie de meseta por la cual continuaremos sin mayores contratiempos nuestro viaje, tal como lo habíamos previsto.
Doña Eliana preguntó si era normal tanto hollín y si podríamos utilizar mascarillas para respirar mejor.
No es necesario – respondió secamente el Gerente-Conductor, mientras la señora bajita y Cara de Bobo sonreían. Solo tienen que aprender a respirar sentenció arrogante.
Y los jóvenes que subieron? No era éste un viaje sólo para la tercera edad preguntó un señor de pelo largo y canoso.
Nosotros vamos cambiando y adecuando nuestros planes en consulta permanente con nuestro equipo asesor y respetando los protocolos establecidos por ellos respondió el Gerente-Conductor, con el ceño fruncido. Parecía enojado cuando alguien le preguntaba algo.
Y en cuanto a los asientos que pudieran faltar, ya hemos comprado una cantidad y serán embarcados en la próxima estación sentenció Cara de Bobo.
Proseguimos nuestro viaje en un ambiente que ya comenzaba a ser dudoso. La cara de los viajeros ya no eran tan alegres como al principio del viaje. Había una carga de duda que se translucía sin disimulo.
La locomotora se quejaba cada vez con mas facilidad y de cuando en cuando se sentían unos vaivenes que sacaban exclamaciones entre los pasajeros.
Las conversaciones ya no versaban acerca del viaje ni del paisaje.
El tema que acaparaba más la atención era la calidad del tren, especialmente la locomotora.
Ahora ya se sentía claramente el olor a carboncillo.
Lo cierto es que la locomotora seguía produciendo hollín y a pesar de que muchos pasajeros ya habían cerrado sus ventanas, el aire se empezó a enrarecer con un polvillo negruzco.
Algunos comenzaron a toser de forma constante.
No creen ustedes que algo raro se está produciendo preguntó doña Alicia
Sí, a mi me parece que esto no es tan normal respondí
Yaa, dejen de criticar -alegó don Joaquín hay que confiar en el equipo conductor y basta con eso!
Cuando llegamos a la Estación Cuesta Normal, grande fue nuestra sorpresa al divisar una gran cantidad de gentío muy diverso que esperaban con impaciencia el tren.
Apenas se abrieron las puertas entraron en tropel, sin ningún orden y ocupando todos los asientos aún disponibles.
Como era de esperar, quedaron muchos de pie lo que provocó serias discusiones hasta que unos militares armados subieron los asientos suplementarios.
Pero nuestras sorpresas no terminaron ahí; los tres personajes entraron portando llamativas mascarillas negras. 
No pudimos ver la sonrisa de la señora bajita, solo podíamos adivinarla. En cambio Cara de Bobo se veía harto mejor así. Por el contrario el Gerente-Conductor, parecía feroz detrás de su mascarilla.
Tenemos algunas adecuaciones a nuestro viaje dijo el Gerente-Conductor. Según nuestros expertos estamos en una etapa de normalidad.
!A PESAR DE QUE ALGUNAS PERSONAS DIGAN O PIENSEN LO CONTRARIO! vociferó.
Por lo tanto, con las precauciones del caso, pueden ir a tomar café o cerveza al coche-comedor si lo desean. Pero ojo !La mascarilla es OBLIGATORIA!
Nadie se atrevió a señalar que el tren no tenía coche-comedor ni tampoco que todo eso parecía un poco contradictorio.
Con respecto a los asientos necesarios, vamos a cargar más asientos suplementarios y todos, escuchen bien, todos los pasajeros tendrán donde sentarse sentenció con vehemencia Cara de Bobo.
Los pasajeros estábamos silenciosos. Solo el caballero de pelo cano se atrevió a preguntar;
¿Y si los asientos nos alcanzan para todos, que hacemos ?.
Entonces se sientan de a dos y traten de ser más disciplinados gritó el Gerente-Conductor.
Acto seguido se distribuyeron mascarillas y el tren retomó su marcha con dificultad.
La locomotora hacia un esfuerzo enorme por el sobrepeso y le costaba alcanzar velocidad.
Los pasajeros comenzamos a ocuparnos de los asientos y de los espacios para colocar los suplementarios.
Después de mucho jadear, la locomotora pareció silenciarse por un largo momento para luego hacer una serie de ruidos raros y literalmente dispararse hacia adelante.
El convoy comenzó a tomar cada vez mayor velocidad.
Los vaivenes se hicieron de nuevo presentes y esta vez con agudos chirridos de hierros.
El tren iba ya medio desbocado cuando atravesamos la Estación Horizonte.
En los andenes alcanzamos a divisar mucha gente con rostros desfigurados que agitaban las manos, otros gritaban y muchos tenían carteles que decían cosas que no alcanzábamos a leer completamente.
Los tres personajes no aparecieron en esta ocasión lo que creó mas angustia entre los pasajeros que comenzamos a movernos de un lado para otro sin saber que hacer.
El tren cobraba más velocidad, los vaivenes ya eran tumbos que provocaban gritos.
El aire era irrespirable, todos tosíamos y algunos lloraban.
Lo peor fue cuando entramos al túnel. La oscuridad y la velocidad que aumentaba provocaron un pánico indescriptible.
Alguien gritó adelante. ¡Nadie conduce el tren! ¡Nos han dejado solos!
El silencio y la estupefacción paralizaron por algunos momentos a todos los pasajeros.
Tenemos que hacer algo gritó un caballero recién llegado
Yo puedo manejarlo dijo un joven del carro trasero
Yo te ayudaré grito otro del vagón delantero
En medio del desorden y pánico, apenas nos percatamos de la luz que comenzó a perfilarse por el lado izquierdo de nuestro convoy.
La luz se hizo más persistente. Y en  medio del oscuro túnel, apareció mi tren azul.
Surgió como en mis sueños de niñez. Estuvo un rato a nuestro lado, esplendido, majestuoso, su nariz rompiendo el aire, sin emitir un ruido, suavemente.
El azul de sus carros brillaba con una especie de aureola.
Llevaba ahora grandes ventanas iluminadas a través de las cuales muchos niños y adolescentes  nos saludaban sonrientes y con grandes gestos. Nos enviaban besos, nos dibujaban corazones con sus manos, otros aplaudían y gritaban cosas que no alcanzábamos a escuchar, pero percibíamos que eran palabras de aliento y cariño.
La serenidad comenzó a volver a nuestro convoy, la locomotora pareció descansar un poco y los bamboleos se fueron reduciendo.
Mi tren de ensueño nos adelantó lentamente al principio y luego se alejó con la rapidez de un rayo hasta que solo quedó un punto azul en la lejanía, allá en el fondo de la oscuridad.
Un punto de luz que se iba agrandando como si fuera la salida del túnel.
Azul como la esperanza que nos esperaba al término de nuestro accidentado viaje.
Oscar Orellana

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