Dedicado a Lumi Videla y Guillermo Cornejo
La primera semana había sido de espera. Espera de los
compañeros que debían llegar y llegaron bien, a pesar de los peligros en que
estuvo el último grupo. La segunda semana fue de organización. Todos tenían
experiencia de participación en organizaciones políticas y sociales, así que se
inventaron tareas para todos. Yo no quería asumir ningún papel destacado. Mi
intuición me llamaba a mantener un perfil bajo, por eso me propuse para
organizar un campeonato de bochas ya que me había aficionado bastante al
jueguito italiano que era la mejor forma para matar el tiempo durante esas
vacaciones en el Vaticano. En realidad a poco andar comprendí que la
entretención para un grupo numeroso obligado a convivir en condiciones
difíciles era una de las cosas más importantes que existían en ese momento.
Por ahí aparecieron unos naipes que permitían organizar
grupitos que jugaban brisca, canasta y hasta póquer con apuestas de porotos.
En la categoría del sano esparcimiento podríamos colocar
también a las tertulias que se fueron dando en forma espontánea y
preferentemente en las tardes y noches en las que la obscuridad y el frío hacían
que nos achoclonáramos lo más que podíamos. Ahí, tomando un mate que demoraba
muchísimo en dar la vuelta y uno no tardaba nada en hacerlo sonar indicando que
había terminado, empezaron a surgir historias, quizás contadas con trampa
porque ese no era un momento para contarlas con sinceridad y transparencia como
quizás podríamos hacerlo hoy sin los fantasmas que nos acosaban entonces y que
nos obligaban a callar nombres y ser muy poco precisos con los lugares.
Una historia que nos impactó fue la sucedida a otro grupo de
23 personas que trataron de asilarse en la misma Nunciatura casi un año antes
que nosotros, que también habíamos llegado a ser 23, la coincidencia en el
número y en el lugar hizo que le prestáramos gran atención. Además se trataba
de algo que no habíamos conocido por los medios de comunicación que en ese
tiempo informaban lo que le convenía al gobierno y callaban lo que lo pudiera
incomodar.
Desde el Golpe había un importante número de curas que se
habían dedicado a salvar personas consiguiendo asilo para los perseguidos en
distintas sedes diplomáticas. Pero a mediados de 1974 empezaron a escuchar repetidamente
que cuando se iban a poner ellos con su propia embajada, es decir, sus amigos
diplomáticos les señalaban que la embajada del Vaticano podía servir de puerta
de salida de estas personas, aunque era comprensible que no fueran recibidas
por el Vaticano mismo debido a que apenas contaba con 44 hectáreas, es decir
era un micro micro Estado, pero como Estado podía recibir asilados que después
de obtener salvoconducto podrían salir hacia otro destino.
Finalmente, se habían decidido a intentar la entrada a la
Nunciatura, con un grupo de 23 personas. La Fundación Niño y Patria estaba muy cerca
en la misma calle que entonces se llamaba Montolín, ahora se llama Nuncio Sotero
Sanz en honor a Monseñor Sanz quien era el representante del Vaticano en ese momento,
se encontraba con su guardia reforzada en número y tipo de armamento, por lo
que se reunieron a evaluar la situación y uno de los 23 desistió del intento.
Los otros 22 más 2 sacerdotes y un pastor luterano saltaron la reja y pidieron
asilo. El Nuncio estaba en Roma y quien lo subrogaba no se encontraba en ese
momento, habían sido recibidos por un cura que los acogió, pero debían esperar
a Monseñor Piero Biggio quien cuando llegó se negó a recibirlos haciendo entrar
a una pareja de carabineros, que en realidad poco podían hacer para sacar a un
grupo tan grande, sin embargo uno de ellos se asustó, salto hacia afuera y
escapó.
Los curas que habían organizado el asilo masivo trataban de
convencerlo, pero él no aceptaba ningún argumento y estaba a punto de entrar un
contingente mayor a detenerlos. Sin embargo, el cura que los había acogido en
principio le dijo algo en voz baja y le hizo cambiar de parecer. La Nunciatura
terminó dando asilo a las 21 personas que se encontraban en sus jardines.
Paradojalmente, en los noventa Monseñor Piero Biggio regresó
a la embajada del Vaticano convertido en representante de Juan Pablo II. Pero
eso no lo podíamos saber nosotros que vivíamos en 1975, como tampoco podíamos
saber que el 16 de Junio de 1976 un grupo de 28 compañeros, entre quienes
estaba el Chico Feliciano intentarían asilarse en la embajada de Bulgaria que
en ese momento estaba a cargo de Austria, sin embargo son detenidos. En ese
momento sesionaba en Santiago la Sexta Asamblea General de la OEA con los
cancilleres de toda América (excepto México) y el mismísimo hijo de puta de
Kissinger presentes. Pinochet para evitar una condena por violaciones a los Derechos
Humanos estaba haciendo show con la liberación de presos y los 28 fueron
puestos en libertad en el Parque O´Higgins, luego volvieron a cazar a Feliciano
y a otro compañero, ambos están desaparecidos.
Duro había sido asilarse para algunos y más duro lo sería
para otros, pero a nosotros nos estaba saliendo bastante bien todo. Sin embargo
debíamos estar preparados, la DINA era capaz de cualquier cosa. Quienes estábamos
allí sabíamos bien que esos asesinos habían arrojado al interior de la Embajada
de Italia el cuerpo sin vida de Lumi Videla para crear confusión en la opinión
pública.
A Lumi la conocía bien, ya que era la hermana mayor de un
amigo y compañero quizás por eso se me ocurrió una de esas ideas estúpidas que
solo se pueden justificar porque en una situación como la que vivíamos uno no
está demasiado cuerdo. Lo cierto es que en nuestro afán de jugar y quizás
porque la mayoría éramos unos jóvenes muy lejanos a cualquier idea religiosa,
acordamos hacer espiritismo e invocar la presencia de Lumi.
Los preparativos para el ritual fueron simples: escribimos
las letras en trozos de papel, en un papel escribimos "SI" y en otro
"NO". Esperamos hasta la media noche y salimos al jardín con nuestra
ouija artesanal, allí había una mesa redonda con cubierta de vidrio, pero no
había sillas para los 6 o 7 valientes. Sacamos el vidrio y nos sentamos en el
suelo con las piernas cruzadas y con el vidrio afirmado en nuestras rodillas. Las
letras se distribuyeron en un círculo alrededor del vidrio en orden alfabético
y al centro el "SI" y el "NO", un vaso de vidrio completaba
el instrumental necesario para la comunicación con el más allá. El lugar en que
nos encontrábamos era debajo de un árbol casi al lado del campo de bochas, la
noche era tranquila y silenciosa, los pacos nos custodiaban allá lejos fuera de
la reja.
La que actuaba de
bruja nos dijo que nos tomásemos las manos y después de mirarnos con seriedad
nos pidió que lo que ella dijera nosotros lo repitiéramos en coro sin soltarnos
de las manos.
—Llamamos a la compañera Lumi Videla para que se presente a
hablar con nosotros— y el coro repitió el llamado, pero nos salió solo un
murmullo, algo de susto ya debe haber empezado a darnos en ese minuto.
—Tienen que hablar más fuerte y claro, así no se entiende ni
lo que dicen— reclamó la bruja cada vez más autoritaria y metida en su papel.
Repetimos la invocación, esta vez con bastante claridad.
—Ahora, suéltense las manos y coloquen un dedo sobre el
vaso.
Repitió el llamado y nosotros lo coreamos, luego nos advirtió
que no repitiéramos —¿Compañera Lumi estás con nosotros? —y el vaso produjo ese
ruido feo cuando se frota vidrio contra vidrio y se movió hacia el
"SI"... nos quedamos sin aliento, pero eso pudo hacerlo cualquiera de
nosotros porque con nuestros dedos tocábamos el vaso.
—¿Queremos saber si te asfixiaron, Lumi? —dijo la bruja en
el tono común de quien está conversando.
El vaso comenzó un movimiento lento como si buscara una
letra que hubiésemos olvidado colocar, rodeó el "SI" sin detenerse,
rodeó el "NO" y siguió buscando dio una vuelta completa y empezó a
acelerar su movimiento y a sacar del vidrio todas las letras con movimientos
cada vez más violentos. Todos soltamos el vaso que también saltó del vidrio y
rodó por el pasto sin romperse. Nos paramos lo más rápido que pudimos y nos
fuimos a tratar de dormir temblando de miedo.
Al día siguiente, volvimos a colocar el vidrio en su lugar,
pero no encontramos ni las letras ni el vaso, la historia fue contada en voz
baja y seguramente los que no estuvieron allí no la creyeron. Pero nadie volvió
a meterse con los muertos.
Las conversaciones se fueron volviendo más serias cuando nos
fuimos conociéndonos y confiando un poco más unos con otros. En la Nunciatura
escuché por primera vez la narración de una tortura en primera persona, yo las
conocía con detalle, eran parte de los informes oficiales que nos llegaban
desde la Comisión Política, pero es distinto cuando alguien te cuenta esto es
lo que me hicieron. Todos los que habían pasado por las cárceles habían sido
interrogados bajo tortura. Una noche escuché también a una compañera contarle a
otra como había sido violada, ellas suponían que yo estaba durmiendo.
Teníamos turnos de vigilancia nocturna, cosa aprendida en
las tomas de terreno de fundos y otras acciones que nos eran familiares. Esto
que parecía una exageración, sin embargo sirvió para detectar la llegada en
medio de la noche, mucho después del toque de queda de un hombre joven como
nosotros que venía a pedir asilo. Era bastante sospechosa la aparición
inesperada de este personaje. Lo mantuvimos encerrado en una pieza y los más
grandotes del grupo se encargaron de interrogarlo sin golpes, para ver si tenía
una historia consistente. Todos lo miramos por la rendija de la puerta, por si
alguien lo había visto alguna vez.
Nadie lo conocía y la historia de su asilo no era creíble. Nos
costó tomar la decisión, pero finalmente lo entregamos al Secretario de la
Embajada que mantenía el contacto con nosotros y le pedimos que se lo llevara
en el auto diplomático a donde él quisiera ir, porque finalmente no estábamos
seguros de nada. Podía ser un agente de
alguno de los servicios de inteligencia que operaban contra nosotros, como
podía ser una persona que necesitaba salir de Chile. Si se trató de esto
último, espero que haya logrado su objetivo en otra ocasión.
Al Nuncio que ahora le da nombre a la calle de Providencia, nunca
le vimos, se tejían historias de que era anti Opus Dei, pero que después se había
arrepentido y le había pedido perdón de guata a Escrivá de Balaguer en persona.
La verdad es yo no cachaba ni papa de todo ese lío, pero ni falta me hacía porque
siempre nos entendimos con el afable Secretario de la Embajada cuyo nombre no recuerdo.
En realidad las vacaciones fueron tensas, pero
afortunadamente cortas, al menos para nosotros tres. Había pasado casi un mes
cuando nos avisaron a Margarita, a la chica Silvia y a mí que nos íbamos el
Domingo próximo. Margarita iría a Suiza, nosotros a Suecia.
A pesar de mi intuición, yo no presentía que muy pronto habría de suicidarme.
A pesar de mi intuición, yo no presentía que muy pronto habría de suicidarme.
Neandro
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