9.3.23


 DJ Lobo

De tanto jugar a parecerse

el juego se convierte en obsesión

la obsesión en delirio

y la locura se desata

S. Fritz

A veces buscamos el material para nuestros obscuros relatos, en lugares lejanos, sin pensar que la vida puede traerlos tan cerca de nosotros que llegan a ser invisibles. La vieja expresión los árboles no dejan ver el bosque, es muy real. En el episodio de hoy los hechos ocurrieron en el locutorio de esta emisora y yo estoy escribiendo al lado, en la sala de reuniones.

Debo aclarar que en los largos años de historia de nuestra radio hemos conocido toda una galería de personajes especiales que nos ha llevado a desechar de nuestro vocabulario la palabra normalidad. Al parecer, las ondas de frecuencia modulada los atraen como imán, o puede ser nuestra eterna política de micrófonos abiertos.

Cuando se presentó nos dijo que se llamaba Luis Lobos y quería hacer un trasnoche que fuera diferente a los trasnoches de todas las radios, es decir tenía el sueño que tenemos todos, hacer lo mismo que hacen todos, pero en forma completamente diferente.

El sueño del pibedijo la Guille.

El muchacho era moreno, fortacho y de cejas muy tupidas, de ojos obscuros y mirada fuerte, lo que le daba un aspecto intimidante, vivía solo en una pensión de la población Santa Leonor y había llegado poco tiempo atrás.

Ya veremos, le respondimos en forma vaga y lo despachamos.

Al comentar la propuesta, la Guille dijo que le pareció raro que pronunciara mal su apellido y explicó que lo pronunciaba sin la letra “ese” así simplemente Lobo cuando hacía sonar muy bien la “ese” de Luis.

Guille, dejálo el muchacho habla con falta de ortografía igual que vos, que apenas viviste un exilio en Argentina le respondí imitándola.

Finalmente, se impuso la realidad, no teníamos programa de trasnoche y Luis se autofinanciaba y hasta podría quedar algo para la radio.

Empezó por contar historias macabras, algunas eran evidentes adaptaciones de los clásicos, pero otras no sé de donde las sacaba y hasta daban miedo de verdad. Pero el juego comenzó con su confesión de que era un lobizón y que los viernes, sobre todo si la luna era grande y la noche clara se podía convertir en un perro-lobo, negro, grande y aullador.

Cuando hacía su programa se iban reuniendo muchísimos perros callejeros, además de algunos que se escapaban de sus casas para ir a compartir entre ellos junto a la radio. Todos se conformaban con oler a Luis a la salida y no hacían nada más, sin embargo dejaban muy sucio el pasillo de ingreso y tuvimos que mantener cerrado el acceso a la radio durante el trasnoche, lo que trasladó el problema a la calle que se llenaba de perros y perras que dificultaban hasta la circulación de automóviles. Pero, ahí ya no era problema nuestro.

Para nosotros Luis era casi un vagabundo solitario, pero una noche se puso autobiográfico y contó que tenía 6 hermanos mayores que él, todos hombres, todos vivos y que él podría haber sido ahijado del Presidente Aylwin, pero su familia lo había considerado poco honroso y habían desechado esa oportunidad, a él en realidad le daba lo mismo ser o no ser ahijado de ese presidente o de cualquier otro u otra.

Lo importante era que el ser el séptimo hijo varón le otorgaba su condición de lobizón lo que le permitía convertirse en el mítico animal cada viernes de noche clara que él quisiera.

A la presentación de su trasnoche le había agregado un largo aullido, hasta allí, todo bien, pero un viernes de luna grande no pronunció ni una sola palabra, todo fueron gruñidos, aullidos y ciertos sonidos guturales que recordaban vagamente a las palabras. Esa noche la reunión perruna fue tan masiva que llegó la policía, pero no supieron que hacer y se retiraron desconcertados.

La cosa se estaba poniendo rara y le llamamos la atención, lo que lo deprimió bastante, pero pronto incorporó un anuncio de “Gotitas de luna llena” que aseguraba que preparaba el mismo con yerba de San Juan y pisco del bueno, para su consumo personal y las regalaba a los auditores a través de algunos concursos. Eso no era muy legal, pero nos hicimos los lesos y lo dejamos hacer.

La luna llena sería el Domingo 28, sin embargo el viernes 26 de febrero la luna estaba tan hinchada que todos los que recordamos esa noche juraríamos que era luna llena, quizás por eso las cosas se salieron de madre desde temprano. La masa perruna que se congregó frente a la radio fue tan grande y los aullidos tan intensos que los vecinos volvieron a llamar a la policía, pero esta no concurrió.

En el locutorio la cosa no estaba mejor, DJ Lobo explicaba como comerse a una mujer, pero sin doble sentido, hablaba barbaridades de tipo culinario que eran sumamente inapropiadas. Lo llamé al teléfono de la radio y no contestó, tampoco respondió el celular. Entonces conecté el streaming para ver lo que pasaba y vi algo asqueroso. DJ Lobo comía carne cruda y sangrante, estaba todo sucio, manchado de sangre. Llamé a toda la directiva y les pedí que vieran el streaming y nadie lo podía creer. Todos estábamos de acuerdo había que terminar el trasnoche porque las cosas habían ido demasiado lejos.

Todos saben lo que sucedió esa madrugada, la del 27 de febrero de 2010 y aunque queríamos hablar con DJ Lobo era imposible, luego llegaron las noticias de lo que sucedió en la Población Santa Leonor. Yo fui en bicicleta a verlo, pero su pensión había sido arrasada por el tsunami. Nunca volvimos a saber nada de él. Ni siquiera encontramos a alguien que lo conociera. Tampoco lo encontramos en las listas de desaparecidos.

Al año siguiente, trabajábamos en un documental sobre la historia del tsunami en esa población, y nos sorprendió el testimonio de una anciana que decía haber sido rescatada por un enorme perro negro cuando el mar se la llevaba.                           Mateo X

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