40 lucas me
costó la gracia, 40 lucas que salieron enteritas de mi escuálido bolsillo, ante
todo porque mi psiquiatra, el muy muy no tenía convenio con mi isapre, la
secretaria del muy muy me tranquilizó con un "no se preocupe, su isapre le
reembolsará de acuerdo a su plan" y yo que estaba convencido que mi plan
debería ser una maravilla con todo lo que me descuentan, entregué mis 2
billetitos anaranjados con una confianza inexcusable y que no me caracteriza.
Después, en mi isapre me mandaron a freír monos porque según ellos ya había
completado mi cuota de psiquiatría y que el reembolso existía, por supuesto que
existía, pero era igual a cero. Un misterio matemático que superaba largamente
mis posibilidades de comprensión.
Todo partió
con mi blog que es gratuito, aunque me acaba de costar 40 lucas. Reconozco que
la culpa fue mía porque se me ocurrió mirar las estadísticas del blog que se
mueven con bastante lentitud, pero esperando un milagro de vez en cuando les
hecho una mirada.
Las visitas
del día eran anormalmente altas: 50 visitas, descontando una que era mía,
quedaban 49, lo cual era algo emocionante. Revisé los textos que habían sido
leídos y eran todos, cada uno tenía una visita. Miré el mapa de audiencia y un
verde muy obscuro señalaba una isla asiática que debía ser Japón, lo cual fue
confirmado por el sistema.
Eso
significaba que aparte de mi, alguien en Japón se había dado el trabajo de
recorrer todo mi Navío de los Locos, hasta las entradas más antiguas,
incluyendo algunas que estaban publicadas como borradores, a las cuales se
suponía que solo yo tenía acceso. Primero me imaginé que podía ser algún
compañero que se había quedado anclado allá tan lejos con el corazón lleno de
nostalgia como para bucear en mi blog hasta el último rincón, pero luego me
cayó la teja, debía ser algún policía, encargado de monitorear lo que escribo. La
otra posibilidad es que se tratase de una inteligencia artificial de algún
servicio secreto japonés, lo que lejos de tranquilizarme, me hacía sentir ante
un enemigo implacable, un ninja cibernético.
El
psiquiatra me explicó que yo no era alguien "tan" importante en el
concierto internacional como para preocupar a la policía japonesa o a algún
servicio secreto nipón. Ese "tan" quedó rebotando dentro de mi cabeza
como si fuera el sonido de una campana, lo que me obligó a dejarle claro que él
no estaba calificado para evaluar la importancia de mis textos y, aunque él
estuviera en lo cierto acerca de la escasa importancia de mi obra, ese era un
hecho completamente desconocido para los nipones y por lo tanto era lógico que
monitorearan El Navío de los Locos.
Fui enfático
al decirle: "yo sé que mis textos no tienen importancia, pero eso ellos no
lo saben"
Como el
desacuerdo era total, el muy muy la hizo corta me dijo que tenía estrés laboral
y me despachó con una receta de esos remedios marcados con una estrella roja y
como ese tipo de receta queda retenido en la farmacia debía volver el próximo
mes. Yo lo observaba, haciéndome el distraído y me pude dar cuenta que escribía
en mi ficha "episodio de paranoia incipiente"
Me despedí
con educación y compostura sin gritarle que era muy muy ni nada, aunque la
secretaria del muy muy debe haber visto como me retorcía de la risa mientras
esperaba el ascensor.
El muy muy
había diagnosticado paranoia incipiente y nunca supo que desde hace
50 años, me detengo ante las más extrañas vitrinas para aprovechar sus
cristales como espejos y ver quienes están a mi alrededor, de tanto en tanto me
agacho a amarrar mis zapatos que insisten en desamarrarse para permitirme mirar
hacia atrás y siempre camino en la dirección del tránsito para que al cruzar la
calle la excusa sea perfecta, técnicas de contra chequeo que me han permitido
detectar a ciertos hombres muy altos, con gafas obscuras en días nublados y las
manos en los bolsillos de sus gabardinas negras...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario