Hacía tiempo que no me pasaba.
No había tenido un mal sueño, más o menos
desde que dejé de ver las noticias en la tele, de acuerdo a lo que me recomendó
el neurólogo. Él también me prohibió usar la palabra
pesadilla, pero así
tachada no creo que tenga mucho poder. El discurso empezó con que mencionar las
pesadillas predisponía... y ahí me puse a pensar que
pesadillas y
predisponía empezaban con la letra pe y eso podría tener algún significado, no
recuperé la concentración hasta que me recetó unas pastillas palabra que
también empieza con esa misma letra lo cual refuerza el supuesto de estar ante
algo significativo. En resumen, ahora en lugar de las noticias veo series, hace
poco terminé de ver La Casa de Papel y empecé con Lucifer que no tiene la misma
calidad, pero sirve para reconocer que la anterior sí era buena.
Anoche, agobiado por el exceso de trabajo y necesitando en
forma urgente una dosis de enajenación, me acosté pensando en mi sueño de juventud,
cuando quería ser corresponsal de guerra, y ahora hasta de pensarlo me duelen
los huesos, pero igual me gustaría a pesar del infarto, el sobrepeso, el colesterol, las cataratas... ese debe haber
sido el detonador.
En fin, sea por lo que sea, me encontré cara a cara con
Trump, en su blanca casa y al parecer como invitado. Me saludó como a Macrón y
por un momento temí que me quisiera sacar alguna caspa de mi chaqueta. Yo
estaba vestido con mi ropa de siempre, nada de traje, nada especial. Me saludó
en español con acento mexicano lo que me causó tanta gracia que casi me rio en
su rosada cara, pero logré controlarme y comportarme. En realidad la situación
era como para auto pellizcarse y despertar, pero ese no era mi estilo yo no iba
a perder la posibilidad de entrevistarlo, si era un mal sueño había que ser
valiente y continuar hasta el final sin buscar atajos de salida.
Al hablarme me trataba de señor Chi Ling, así separando mi
apellido en sus dos sílabas lo que le daba un sonido oriental. Yo le
correspondía tratándolo de señor Trump
haciendo retumbar la "u" como si
estuviera imitando a Maduro, por suerte mi anfitrión no notaba nada raro en mi
forma de expresarme. El hablaba mucho de nada y yo le seguía la corriente
esperando mi oportunidad para hacerlo hablar de algo más útil que pudiera ser
publicado por la
Agencia Medio a
Medio.
Entre tanta nadería surgió una afirmación que me hizo
comprender porqué me encontraba en ese lugar hablando con ese personaje. Trump
me soltó el rollo de este modo:
- El
FBI, aunque yo no me fio mucho de ellos, me ha confirmado que usted tiene un
cierto parentesco con Chi Ling Ping. ¿Qué me puede decir usted de eso?
Me
demoré un poco, lo justo para darme importancia, pero no tanto para que se transparentaran
mis pensamientos porque lo que tenía en mi mente es que el caballero estaba
chalado. Respondí entonces.
- No
puedo afirmar ni negar dicho parentesco, señor Trump, pero yo mismo en
ocasiones digo que los Ping son la rama oriental de mi familia más bien por una
corazonada que porque existan antecedentes en ese sentido. Ahora, con lo que
usted me dice creo que el FBI ha estado haciendo escuchas indebidas de mis
conversaciones.
- Mira
Chi Ling- dijo tuteándome y quitándome el señoreo- Esos del FBI escuchan hasta
mis conversaciones más íntimas, así que no me extraña que te espíen a ti, pero
no le des importancia a eso por favor. Lo que quiero preguntarte, seas pariente
o no del Ping ese, es si el chino es de fiar a o no?
Aquí me
puse cauteloso y le respondí con otra pregunta.
- Antes
de responderle eso cuénteme que movida está tramando en lo internacional, señor
Trump? - pregunté sin caer en la trampa de empezarnos a tutear, yo lo iba a
señorear todo el rato.
- Para
serte franco, lo internacional me importa un bledo, pero sirve para tener a mis
gringuitos preocupados del espectáculo de afuera y nadie proteste aquí dentro,
pero lo que te quería ofrecer es que seas mi consultor personal en asuntos
orientales, si te interesa. Tus honorarios los depositará la CIA en un paraíso
fiscal a tu elección.
Inmediatamente,
pensé que esos honorarios compensarían largamente la ridícula pensión que algún
día cercano recibiré de mi AFP y me disponía a aceptar un ofrecimiento que,
aunque desconocía su expresión numérica, ésta no podía ser pequeña. Sin
embargo, tuve una mala idea, una pésima idea, una preguntona idea.
- Señor
Trump -, hice la pausa necesaria y disparé (metafóricamente por supuesto) -
¿Cree usted que valió las 60 vidas humanas instalar su embajada en Jerusalén. Y
una segunda pregunta, si me la permite, porqué fue tan valiente y envió a su
hija a la inauguración y no fue usted mismo?
Sabía
que no debía hacer dos preguntas en una porque corría el riesgo que solo me contestara
la última, pero nadie podía prever lo que ocurriría: el gentil señor Trump, empezó
a sufrir una metamorfosis, que no se ha visto ni en Hulk ni en las películas de
hombres-lobo. Primero fue el cambio de color de su rostro que pasó del rosado
tipo manzanita a un rojo jaiba cocida muy intenso. Sus ojos empezaron a brillar
como sucede en algunas malas fotografías, parecía que tuviera lentes
intraoculares fosforescentes que combinaban con el tono jaiba que cubría hasta
sus horribles orejas. Abrió sus fauces más grandes que las del lobo de
caperucita y yo ingenuamente creí que oiría su respuesta, pero de su garganta solo
salió un grito ahogado y espeluznante, agitó fuertemente su cabeza y su
peluquín salió de su sitio y dejó a la vista dos incipientes cachos como los
del que te dije y se tiró un pedo horroroso que olía a huevos podridos, era ácido
sulfídrico químicamente puro. Me empecé a ahogar como en una crisis de asma y pensé
que sumaría un nuevo achaque a la larga lista, pero no fue así, afortunadamente
desperté, sudando en pleno invierno, pero desperté y una bocanada de aire puro
inundó mis pulmones.
...
En la última sesión el neurólogo me dijo: despertar a tiempo
es lo más sabio que se puede hacer en un mal sueño. También me recomendó
cambiar de serie. Él estaba viendo una muy buena que se llama Merlí.