Parpadeó un rato hacia la inmensidad de la noche y pensó que era como un vacío que quería devorarlos. Después apretó los puños en su espalda, sintiendo la amarra ardiente alrededor de las muñecas y afirmó las pisadas en la tierra, dejándose guiar por los pasos que iban delante. En torno las siluetas se desplazaban, permaneciendo borrosas entre las oleadas de sombras. Los oscuros, en cambio, se distinguían por la fogosidad de sus movimientos y el resuello exaltado de sus respiraciones.
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